Dicho efecto se manifiesta en la propensión a mantener nuestros propios criterios y formas de actuar contra viento y marea, e independientemente de la evidencia en contra (o la ausencia de ella).
- El cirujano que no desea practicar una nueva técnica quirúrgica a pesar de haber demostrado menor tasa de complicaciones. Ejemplo: Intervenciones por mínima incisión.
- El médico que no quiere prescribir una nueva medicación a pesar de ser más eficaz y/o con menor tasa de efectos adversos. Ejemplo: nuevos analgésicos.
- El médico que asume formas de actuar del centro donde trabaja sólo porque "siempre se ha hecho así". Ejemplo: historial clínico no informatizado.
- La prescripción "por inercia" de tratamientos que no mejoran la situación del paciente y/o perpetúan la saturación de un recurso sanitario. Ejemplo: "electro-placebos".
- Los gimnasios de los Servicios de Rehabilitación donde el aparataje es el mismo que hace 3 décadas sin tener en cuenta el coste-efectividad de algunas nuevas tecnologías. Ejemplo: ruedas de hombro, jaulas de poleoterapia... en lugar de plataformas de fuerza y aparatos de isocinesia.
- El "terapeuta" que aplica con fe y convicción casi religiosa una técnica demostradamente ineficaz o cuyos principios no están en sintonía con el conocimiento científico actual. Ejemplos: terapia craneo-sacral, osteopatía visceral...
De nuevo debemos estar alerta ante nuestro comportamiento, "nuestra evidencia grado IV" y los factores que distorsionan nuestra toma de decisiones con el paciente. ¿Es realmente válido el "más vale malo conocido que bueno por conocer"? Desde luego no, y menos aún si lo "bueno por conocer" ya está demostrado científicamente.
Bibliografía
1. Kay AC, Gaucher D, Peach JM. Inequality, discrimination, and the power of the status quo: Direct evidence for a motivation to see the way things are as the way they should be. J Pers Soc Psychol (2009); 97(3):421-34.
2. Salkeld G, Ryan M, Short L. The veil of experience: do consumers prefer what they know best? Health Econ (2000);9(3):267-70.